Ciudades que nunca duermen
- El 60% de la población de Europa no pude ver la Vía Láctea y un 83% de la población mundial vive bajo la luz artificial del cielo nocturno.
- El CITIC de la UDC acogió un curso de verano en el que se abogó por una iluminación nocturna inteligente, saludable y eficiente.
- Slowlight busca una nueva cultura de iluminación alineada con los objetivos de la agenda urbana 2020-2030, favoreciendo la transición energética y el uso responsable de los recursos.
A Coruña, 30 de julio de 2024.- Cada vez son más las ciudades que nunca duermen y no precisamente porque haya “algo en el aire que hace que dormir sea inútil” como decía Simone de Beauvoir respecto de Nueva York, sino más bien en su cielo. El estilo de vida actual requiere de una gran demanda de energía y consumo que hace que la sobreiluminación de nuestras urbes sea un problema cada vez mayor, que afecta tanto a la salud humana como a nuestros ecosistemas. Así se ha puesto de manifiesto en el curso de verano “Nuevas herramientas y tecnologías para el rediseño del paisaje nocturno como agente de transformación urbana”, promovido por la UDC en colaboración con la Fundación Slowlight y que ha tenido lugar recientemente en el CITIC.
La iniciativa, que surge del compromiso de la Universidade da Coruña con la iniciativa Slowlight firmada el 5 de marzo de 2021, tiene como objetivo promover una iluminación responsable y reducir la contaminación lumínica. Para ello, en el CITIC se han presentado propuestas para poder disfrutar de un paisaje urbano nocturno de calidad, coherente y en armonía.
Entre las iniciativas que se han expuesto en este curso destaca el proyecto Gaia4Sustainability, en el que colabora el CITIC. Dentro del mismo, se creó un modelo de brillo nocturno basado en los datos del satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA) y se desarrolló un fotómetro de bajo coste, llamado FreeDSM, para medir la contaminación lumínica de manera estandarizada y accesible para la ciudadanía, en coordinación entre la Universidad de Barcelona y el CITIC de la Universidade de A Coruña.
Estrellas ocultas
El paisaje nocturno de nuestras ciudades ha sido históricamente descuidado, lo que ha resultado en problemas de sobreiluminación que afectan tanto a la salud humana como a los ecosistemas. De hecho, tal y como se puso de manifiesto en el curso, el 60% de la población de Europa no puede ver la Vía Láctea y el 83% de la población mundial vive bajo los efectos de la CL, brillo del cielo en cénit >14mcd/m2 ; es decir, bajo luz artificial del cielo nocturno.
De hecho, durante el curso se presentaron nuevas tecnologías para la observación mediante satélite que demuestran la evolución de la sobreiluminación en nuestras ciudades.
También se ha analizado la iluminación nocturna desde distintas perspectivas. Así, se ha puesto de manifiesto que los hábitos de las personas influyen significativamente en la iluminación nocturna de las ciudades. Cuando las áreas urbanas permanecen activas durante la noche debido a actividades comerciales, recreativas o sociales, aumenta la demanda de iluminación pública. Una adecuada iluminación no solo mejora la visibilidad, reduciendo accidentes y facilitando la movilidad, sino que también actúa como un elemento disuasorio contra delitos. Para las mujeres, una buena iluminación en calles, parques y estaciones de transporte público es crucial, ya que reduce la sensación de vulnerabilidad y el riesgo de sufrir agresiones.
España, uno de los países con mayor contaminación lumínica
Según el mapa de Earth at night, España es uno de los países de la Unión Europea donde más contaminación lumínica hay y donde se produce un mayor gasto en el alumbrado público por habitante. Y las consecuencias de la contaminación lumínica van mucho más allá de la simple imposibilidad de ver las estrellas desde las grandes ciudades. Este exceso de luz artificial afecta directamente nuestra salud al alterar el ciclo natural de luz y oscuridad, fundamental para regular nuestro ritmo biológico y garantizar un sueño reparador.
Además, los científicos han advertido que esta contaminación no solo nos afecta a las personas, sino también a una amplia variedad de seres vivos, desde plantas hasta animales, que comparten nuestro entorno y cuya existencia se ve amenazada. Para mitigar estos efectos, es crucial implementar una iluminación responsable que no implique la renuncia total a la luz artificial, pero que sí requiera sentido común y hábitos sostenibles, mejorando así nuestra calidad de vida y contribuyendo al ahorro energético, tal y como se ha puesto de manifiesto en el curso de verano realizado en el CITIC. De esta manera, no será necesario alejarse demasiado de la ciudad para volver a disfrutar del espectáculo estelar.